La injusticia en el Paraguay: Breve posición sobre un país jurídicamente inviable
- Pablo Cristaldo
- 27 ago 2024
- 2 Min. de lectura
Por Pablo Cristaldo
No nos cansamos de exigir, protestar sin ver resultado alguno. Esa es la realidad del paraguayo de a pie; la injusticia en su amplia amalgama de manifestaciones en contra, que ya nos tiene tristemente acostumbrados y del que ya parece no haber retorno.

Ya tuve problemas con muchos debido a mi habitual contra discurso hacia los políticos de turno, acusado con la recurrente fallacia est falsus dilemma: "Si sólo te molesta el delito de los políticos, narcos y lavadores de dinero, entonces estás de acuerdo con los delitos comunes de menor gravedad, y hay que perdonar a los rateros". Obviamente estoy de acuerdo con el castigo ejemplar para ladrones de pomelos y rateros de poca monta, me parece excelente; sólo faltan ser enjuiciados los narcos, nepotistas, lavadores de dinero, y estamos a mano. Mientras no ocurra eso, seguiremos respirando un hediondo aroma a desigualdad.
Y no es, aparte, la única cosa que molesta. Los programas de reinserción laboral entre el Ministerio de Justicia y las penitenciarías funcionan mejor que los "programas" del primer empleo entre jóvenes con título universitario, sin antecedentes, en el propio mercado laboral, por dar otro ejemplo y sin exagerar. Parecería ser que los nuevos profesionales deberían incurrir en delitos comunes, ser encarcelados y alistarse desde la cárcel a los programas de reinserción laboral para aspirar a tener un trabajo digno. Bueno, también se pueden obviar los títulos obtenidos, optando por trabajos de menor remuneración que, a juzgar las posibilidades de empleo en Paraguay, no resulta nada mal, con tal de trabajar y ganar algunos billetitos.
En Paraguay, la justicia, el único activo invaluable en una República, está a la venta, quien pueda pagar por ella, podrá disponer de ella a su manera y antojo.
Si sos pobre lee libros, no comas mal, no incurras en vicios y no te metas en problemas. Si sos rico podés hacer todo lo contrario, no pasa nada, pagás y listo. Incluso podés ser presidente, senador o diputado.
Y puedo seguir citando, como dirían las feministas: "micro injusticias" que nos toca vivir día tras día, y que representan problemas reales en nuestra sociedad. No se puede pretender siquiera tener una nación democrática si los que menos "kratos" tienen son precisamente los "demos". En nuestra democracia, el pueblo no tiene ningún poder más allá de lo que su propia educación le permite, y de eso, a su vez, se encargan los pocos en el poder. Resta decir cuál es la calidad educativa que pretenden los pocos para los muchos. Una buena educación del pueblo no les permitiría estar un segundo más sentados en las altas bancas, y en el mejor de los casos, estarían tras las rejas.
El "golpe de mesa" son las urnas, y ese es el problema. El día en que votemos con parámetros correctos, notaremos la enorme diferencia.
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