Por el Dr. Marcelo Galli Romañach
Un niño paraguayo ha muerto, y con él, se apagan las esperanzas de su familia y de una nación que sufre. Su trágica muerte no es solo una pérdida individual, sino el reflejo devastador de un sistema de salud colapsado, diseñado para beneficiar a los poderosos mientras abandona a los más vulnerables. Inauguraciones vacías, promesas incumplidas y un servicio inoperativo han dejado a un país en luto, indignado por la indiferencia y negligencia de quienes deberían proteger a su gente. Hoy, el dolor y la bronca envuelven a Paraguay, mientras una vida que pudo ser se pierde entre la indiferencia de un sistema fallido.

¡Murió un niño en el Paraguay!
Un niño ha muerto, una vida se apaga y un futuro se acaba. Niño paraguayo, hijo de la patria, soberano en sus derechos y libertades apenas exigió con sus balbuceos que el sistema la asista. Su tibio cuerpito con apenas algunos movimientos y chillidos exigía a Dios y la patria no la abandonen en tan dramática situación. Un niño ha muerto y con el las esperanzas y proyectos de sus padres de verlo crecer, reír y jugar.
Un niño ha muerto y con el el luto de toda una nación se congrega alrededor del dolor y la desesperanza.
Ese niño que ha muerto llevará a su tumba todo el peso de una vida que pudo ser, pero no la fue.
Un niño ha muerto en el Paraguay y con el despierta toda la bronca, impotencia e indignación de un sistema que causa repulsión y odio. Un sistema cruel y negligente que segrega a los paraguayos en el acceso digno a una salud pública e igualitaria. Un sistema de salud diseñado, fomentado y financiado para ofrecer privilegios inmerecidos a los más pudientes y solo penurias y muerte a los más vulnerables. Un sistema donde los propios responsables juegan a los "dioses" con promesas de recursos espurios que en su momento direccionaron por "error u omisión" hacia otras falsas necesidades.
Un niño ha muerto porque a la ocasión de una afección los padres esperanzados acudieron a un teatro montado, acudieron con la esperanza y en su pleno derecho al flamante servicio inaugurado pero no operativo. Un monumento al servicio de salud para quienes lo necesiten.
¡Bombos y platillos sonaron y discursos alabaron su gran gestión, de un país cada vez mejor!
Una vida se apagó porque el teatro montado era solo para la ocasión.
Ya los responsables no estaban, ni los médicos, ni Dios...
solo el destino de sufrimiento y muerte esperaban a ese niño en la recepción.
Un vacío quedó en su vida y la de sus padres, tan vacío como el servicio al cual acudió.
Hay lamentos y reproches por la vida que se perdió,
Mientras el responsable principal que orgulloso se jactó del flamante servicio, ¡al exterior huyó!
Una vida se perdió, un niño paraguayo falleció y los responsables solo algunas palabras expresaron de que "no vuelva a suceder".
Hoy, al luto nacional se le suma este niño que no pudo defenderse ni reclamar lo que sería para ella su propia existencia.
Dios bendiga a esta nación.
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