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La fama es mala para quien no dice nada

  • Foto del escritor: Semanario Veritas
    Semanario Veritas
  • 7 sept
  • 2 Min. de lectura

Por Pablo Cristaldo


“Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; Y adquirir inteligencia vale más que la plata”. Proverbios 16:16.


Fama
Foto: Archivo.

No podemos negar una cosa: que nos está invadiendo la necedad y la trivialidad en lo que conocemos como medios de comunicación. Unos hablan de fiestas, otros de sexo sin compromiso ni instrucción, otros hablan de otras personas a mera intención de chisme, y la gente clica de manera casi automática el botón de "follow", aprieta el botón de encendido del televisor y pone a volumen los programas de "farándula", para inundar su vida con esa clase de información, intrascendente, maliciosa y perezosa.


De modo a contrarrestar (un poco) toda esa avalancha de simplismo intelectual, debemos entender, en primer lugar, que el factor común entre las personas influyentes es la FAMA; quiérase o no esa es la realidad: personas que influyen, tanto de manera positiva como negativa, donde, obviamente, lo negativo tiene mayor valor de comercio.


En contrapartida a lo predominante en el ambiente, están los que tienen una cosmovisión particular de la vida, un punto de vista más interesante, nutrido y beneficioso para la sociedad, quienes necesitan ser igualmente famosos y utilizan las plataformas lícitas para lograr ser escuchados. Las razones pueden ser varias, pero los medios deben ser los correctos.


En un mundo donde existen afortunadas excepciones, se puede confiar en un cambio.


Con corrupción, perversión, y maldad no podemos enseñar nada positivo. Así ejercen su influencia los impuestos por el mercado, con contenido fácil de digerir, que no requiere un análisis o conocimiento profundo previo; basta con apelar a nuestras inclinaciones naturales para disfrutar de la "primicia", y vale aclarar que nuestras inclinaciones no son las mejores.


Lo que sí me gustaría definir por medio de este artículo es el hecho de no "satanizar" a la fama, porque los mejores exponentes del conocimiento productivo tuvieron que valerse de ello para influir. Obviamente se necesita de esta influencia para mayor alcance, ya sea usando el nombre propio u otro ficticio (por ejemplo, los seudónimos de escritores). Es más, el más grande ser humano que ha pisado este mundo (Jesucristo) también fue famoso en su tiempo, hasta hoy.


Llego a la triste conclusión, en virtud al pensamiento de personas que considero bastante interesantes, de que la fama no es bien vista por ellos, y en defensa al hecho de que la buena fama no es ningún problema, sino todo lo contrario, debo decir, sin temor a equivocarme, que buscar la fama sana es positiva, y quien se opone agresivamente a esta verdad, en realidad o no tiene nada interesante que decir, o lo que es peor, no tiene intención alguna de testificar, sino que alberga un profundo sentimiento de envidia y frustración en el alma por quienes sí son famosos.


"Para dar críticas constructivas, primero debes construir algo."

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